Estamos viviendo una época sin precedentes en la historia de la ciencia. Sin embargo, estamos tan sumergidos en esta revolución que a veces nos cuesta darnos cuenta de lo que ello verdaderamente conlleva, pues está yendo más allá de lo que podemos asimilar, va siempre un paso por delante.
Creo firmemente que si pusiéramos freno a nuestra frenética vida diaria para reflexionar sobre lo que la ciencia nos está revelando, muchas incongruencias diarias desaparecerían. Por ello, uno de los grandes propósitos de la divulgación científica es precisamente alcanzar ese objetivo: abogar por una mínima cultura científica para realmente comprender el mundo en el que vivimos y conseguir ese escepticismo tan sano que nos evitaría caer en burdos engaños.