lunes, 14 de julio de 2014

Reflexiones desde la atalaya nocturna


Nos levantamos de la cama con la luz del alba, empieza así otro día. Muchas horas las dedicaremos al trabajo, y otras tantas al ocio. De una u otra manera, la noche vuelve a caer, y con ella aparece todo el esplendor que nos ofrece la madre naturaleza. ¡Qué bella es la noche!, y qué lástima las luces artificiales que nos cohíben de su disfrute. Pero te alejas de ellas, y ahí está el espectáculo con toda su belleza al desnudo.

Las pálidas luces de las estrellas nos hipnotizan, nos atraen sutilmente. Intentas contar el número de ellas, aunque enseguida te percatas del intento realizado en vano. No hay manera de abarcar con la vista la plenitud que nos rodea, pero nos ayuda a percatarnos de la isla cósmica en la que vivimos, del punto azul pálido suspendido en un rayo de luz.

Escudriñas con los ojos el cielo y sientes una profunda complicidad. Tal vez porque en tu interior atisbas el estrecho lazo que nos une a esas luces distantes. A la vez te cuestionas quién más merodea por allí, qué historias se estarán contando, qué secretos se ocultan en ese denso tapiz oscuro. ¿También se aman y se odian como aquí? ¿Se cuentan historias de amor? ¿El odio les ha sumido en tristes guerras? ¿Quién más otea el horizonte cósmico en busca de respuestas?

Un hormigueo te recorre el cuerpo, algo te dice que probablemente nunca sabrás las respuestas a esas preguntas trascendentales. Impotencia es lo siguiente que empiezas a notar. Después, debilidad al ser consciente de la fragilidad de la vida y, con ella, la de nuestro mundo.

Navegamos por el océano cósmico en una pequeña barca agrietada por el duro azote de la humanidad. De nosotros depende el destino qué queramos de esta barca y sus ocupantes. Podemos escoger la bondad y la sabiduría para que la fortaleza guíe nuestro camino, o escoger la maldad en pro de nuestro orgullo y arrogancia que nos arrebatan nuestra condición humana. De cada uno de nosotros depende apostar por el progreso y desarrollo de nuestra civilización, o por su continua e inevitable destrucción. ¿Qué pensarían de nosotros nuestros descendientes al saber que escogimos el camino erróneo aun teniendo elección?

Cuánto se aprende con tan solo alzar la mirada al cielo en una noche cualquiera. Cuántas verdades se nos revelan con esta simple actividad al alcance de todos. A veces me pregunto qué ocurriría si invirtiéramos una pequeña parte de nuestro tiempo en estas reflexiones tan enriquecedoras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario