viernes, 17 de octubre de 2014

¿Qué somos capaces de hacer por la presión social?


Hoy me gustaría hablar en el blog sobre un tema que me parece bastante interesante: la presión social. Según la definición de Wikipedia, "la presión de los pares o presión social hace referencia a la influencia que ejerce un grupo de pares en alentar a una persona a cambiar sus actitudes, valores, o comportamiento de manera de conformidad a las normas del grupo".

La presión social tiene tanto ventajas como inconvenientes. Por un lado, si cada uno de nuestros actos no tuvieran ningún orden, me atrevería a decir que el Homo sapiens no hubiera sobrevivido durante todo este tiempo ya que, seguramente, no hubiéramos podido defendernos de los depredadores que nos acechaban. Además, cualquier actividad tan rutinaria como hacer una cola en un supermercado nos sería todo un reto.

No obstante, la presión social tiene bastantes inconvenientes, que son los que voy a destacar en este artículo. En numerosas entradas de este blog he tratado de alentar la creatividad y el pensamiento crítico, dos armas fundamentales para la prosperidad de nuestra sociedad. Como os podéis imaginar, la presión social, hasta cierto punto, corroe estas dos características en pro del "borreguismo".

Ejemplos cotidianos que ilustren estos argumentos hay por doquier. Desde pequeños, en función de las personas y el ambiente en el que nos rodeemos, empezamos a aprender qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es lo que está socialmente aceptado y lo que no, qué es lo divertido y lo aburrido; vamos aprendiendo, por tanto, esas normas del grupo desde una etapa muy temprana. Esas distinciones las hacemos constantemente de manera inconsciente, pues no nos percatamos de que siempre estamos juzgando.

Podemos poner un ejemplo juvenil bastante claro: pillar una borrachera increíble hasta que tus sentidos dejen de funcionar correctamente está socialmente aceptado a pesar de las advertencias de los médicos de lo perjudicial que esto puede ser.

Tenemos que recordar que el alcohol es una droga; de hecho, de todas las drogas que se consumen en España, el alcohol es la droga que más problemas produce en nuestro país, de ahí que el Estado español dedique una gran suma de dinero para paliar los efectos negativos del alcohol. Pero, ¿por qué no tomamos esas preocupaciones como la droga que es? Porque, simplemente, está integrado en nuestra cultura.

Inevitablemente, la diversión la asociamos con el alcohol y no hay manera de separar estos dos conceptos en nuestra cultura. ¡Ojo!, no estoy defendiendo en estos párrafos que seamos abstemios, sino intentar beber con moderación aunque esto suponga en ocasiones remar a contra corriente.

Me he detenido con el alcohol porque es un fantástico ejemplo para ilustrar el tema de esta entrada, pero fácilmente podríamos haber sacado a la palestra otros casos similares y que son igualmente cotidianos, como la moda referida a la ropa.

Asimismo, podríamos ejemplificar una postura contraria; por ejemplo, asistir a una conferencia de divulgación científica o de otra índole no está integrado en nuestra sociedad. Si después te preguntan qué es lo que hiciste ayer y explicas que estuviste de juerga hasta bien pasada la madrugada, ganarás más puntos socialmente que si comentas que asististe a una conferencia de un ponente importante. Esto se debe a que hemos aceptado que la primera actividad es divertida y la segunda no.

En definitiva, de nosotros mismos depende de que evitemos caer en estos prejuicios fruto de la presión social. Así, tal vez, maduremos como sociedad y estaremos preparados para afrontar problemas de mayor ámbito que requerirán nuestra completa sensatez.

Para finalizar, enlazo aquí dos vídeos que muestran perfectamente lo que el ser humano es capaz de realizar cuando es títere de la presión social:





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